El tratamiento de los trastornos de la alimentación exige una colaboración multidisciplinar para corresponder con esta patología biopsicosocial. Es decir, dadas las complicaciones médicas y psicológicas de los TCA, se recomienda un abordaje terapéutico global.
Los programas psicoeducativos están dirigidos a los pacientes y a los familiares, y proporciona una base teórica y práctica para la comprensión y el afrontamiento de las consecuencias de la enfermedad, y permite colaborar de forma activa con el tratamiento y los profesionales intervinientes.
La psicoeducación pretende enseñar o trasmitir información para lograr en los sujetos una reflexión más profunda y adecuada acerca de la enfermedad. De este modo, el proceso psicoeducativo busca que las familias de los pacientes adquieran habilidades de afrontamiento, habilidades sociales, y de resolución de problemas, asertividad, manejo del estrés, ira, relajación y comunicación, con el objetivo de reducir factores de estrés psicosocial, mejorar la interacción familiar, disminuye la sobrecarga y preocupación, y aumenta los sentimientos positivos y de apoyo del familiar y hacia el equipo de profesionales a cargo del tratamiento.
La educación nutricional tiene como objetivo cambiar la conducta alimentaria hacia patrones más saludables. Para alcanzar este objetivo es necesario el desarrollo de programas de Reeducación Alimentaria dirigidos tanto al paciente como a su entorno, incidiendo en los diferentes factores que condicionan la elección de alimentos y las actitudes hacia la alimentación y la nutrición.
La información, adecuada y adaptada a cada paciente y familia, puede motivar la necesidad de cambiar, ayudar a desarrollar las habilidades que permitan realizar una elección adecuada de los alimentos, contribuir a la modificación de conductas y actitudes, y orientarlas hacia estilos de vida más saludables que se mantengan en el tiempo.
En cuanto a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), la educación nutricional juega un rol fundamental ya que contribuirá a que el paciente modifique sus actitudes y rutinas en relación con la comida, pierda miedos y restablezca un patrón de alimentación normal, favoreciendo de este modo a su recuperación nutricional.